SERENDIPITY. JOSÉ ANDRÉS GARROCHO


SERENDIPITY
El ser humano siempre ha buscado algo. Al principio buscó el fuego, más tarde el santo grial, sin olvidarnos de la piedra filosofal, hoy en día busca otras cosas que no es el tema. Los científicos no son ajenos a la sociedad en la que viven y también buscan cosas, pero he aquí que no siempre encuentran lo que buscan, y es donde aparece la serendipia.

El término serendipia deriva del inglés serendipity, neologismo acuñado por Horace Walpoleen en 1754 a partir de un cuento persa del siglo XVIII llamado «Los tres príncipes de Serendip», en el que los protagonistas, unos príncipes de la isla Serendip (que era el nombre árabe de la isla de Ceílan, la actual Sri Lanka), solucionaban sus problemas a través de increíbles casualidades. Aquí en España estamos más acostumbrados a decir la palabra chiripa.
Existen más descubrimientos de los que los científicos quisieran debido a este fenómeno, y claro no sólo los científicos, he aquí algunas de las casualidades más curiosas.

Algo que todos explicamos en la E.S.O en ciencias como el principio de Arquímedes, es fruto de la casualidad, cuando Arquímedes se introdujo en su bañera, y observó cómo su cuerpo desplazaba una masa de agua equivalente al volumen sumergido; gritando entonces la famosa palabra «Eureka».

Las famosísimas notas post-it surgieron tras un olvido de un operario, que no añadió un componente de un pegamento en la fábrica de 3M. Toda la partida de pegamento se apartó y guardó, pues era demasiado valioso como para tirarlo aunque apenas tenía poder adhesivo. Uno de los ingenieros de la empresa, hombre devoto, estaba harto de meter papelitos en su libro de salmos para marcar las canciones cuando iba a la iglesia. Los papelitos no hacían más que caerse. Pensó que sería ideal tener hojas con un poco de pegamento que no fuera demasiado fuerte y que resistiera ser pegado y despegado muchas veces. La vieja partida de pegamento malogrado acudió a su mente. Habían nacido las notas post-it.

En 1922, Alexander Fleming estaba analizando un cultivo de bacterias, cuando derramó accidentalmente una lágrima sobre el plato que lo contenía. Al día siguiente descubrió que donde había caído la lágrima había un hueco, lo cual le hizo sospechar que las lágrimas pudiesen tener alguna propiedad, y de hecho consiguió extraer una enzima que eliminaba las bacterias sin dañar el tejido humano. Había descubierto sin querer la Lisozima, un antibiótico que mataba bacterias, pero no a los glóbulos blancos (que es lo que hacía el fenol usado hasta esa época).

Quizás una de las serendipias más aplaudidas por los hombres en este tiempo se la debamos a los trabajadores de Merthyr Tydfil, la villa galesa donde en 1992, durante unas pruebas efectuadas con una nueva droga contra la angina de pecho, surgieron los efectos secundarios que desafiaban la gravedad.
Hablando de chapuzas en el laboratorio, tres falsos azúcares han llegado a los labios humanos sólo porque los científicos olvidaron lavarse las manos. El ciclamato (1937) y el aspartamo (1965) son subproductos de la investigación médica, y la sacarina (1879) apareció durante un proyecto con derivados de la brea de carbón. Riquísimo.

Otro aparato que ha cambiado nuestra vida por así decirlo tenía otra utilización. En principio el microondas (o magnetrones) proveía a los radares aliados en la segunda guerra mundial. El salto de detectar nazis a calentar nachos llegó en 1946, después de que un magnetrón derritiese una barra de caramelo que llevaba en el bolsillo Percy Spencer, ingeniero de la empresa Raytheon.

El caucho se pudre de mala manera y huele peor, a no ser que se vulcanice. Los antiguos mesoamericanos tenían su propia versión del proceso, pero Charles Goodyear lo redescubrió en 1839 cuando se le cayó inintencionadamente (bueno, al menos es lo que dice la mayoría) un compuesto a base de caucho y azufre sobre una estufa caliente.

Para terminar, una de comida. El chef George Crum preparó el complemento perfecto para sándwiches en 1853 cuando, para fastidiar a un cliente que siempre se quejaba de que sus patatas fritas eran demasiado gruesas, las partió del grosor de un papel y las frió hasta que crujían. No hace falta decir que el comensal no pudo comerse una sola.

Los científicos Franklin y Edison (la frase se atribuye a ambos y bien atribuida está en ambos casos) afirman que un hallazgo genial se compone de una parte de inspiración y nueve de transpiración, ¿no están proclamando la universalidad de la serendipia? Porque ¿qué es la llamada “inspiración”, sino un azar favorable? Que el acontecimiento fortuito sea externo (efectos secundarios del oxido nitroso), interno (baño de Arquímedes) o mixto (lágrima de Fleming) poco importa: seguramente encontraremos alguno detrás de cada gran idea.


1 comentario:

Barbara dijo...

Navegando por internet, encontré este artículo "casualmente". Me ha parecido muy interesante. Recomendaría la lectura del mismo a todas aquellas personas que estén interesadas en la busqueda continuada del ser humano.