VANDALISMO. SALVADOR PALMA DANIEL

EL DÍA QUE NO PONGAN LAS CADENAS

Estoy cenando en un conocido restaurante de la costa. Es ya bien entrada la noche y, en el establecimiento contiguo, finalizada la hora de los manjares se disponen a cerrar. La terraza desierta facilita el trajín de los camareros retirando servicios usados y ordenando todo para, a continuación, unir las sillas y mesas mediante unas cadenas.

En una farola colindante alguien amarra una motocicleta con una gruesa cadena que asegura con un candado; mas allá aparca un coche y, de un pedal al volante, su propietario pone otra cadena envuelta en plástico. El carrito de un vendedor ambulante y los artilugios de un artista son fijados con cadenas y candados… seguridad ante el tremendo miedo al robo o vandalismo. Raras sensaciones hacen tener que vivir pendientes de un cuidado sin límites ante

La sociedad que progresa subiendo los mas grotescos peldaños de una vida salvaje cuajada de malhechores que, sin saber lo que hacen, sí, sin saber lo que hacen, siembran terror e intranquilidad como proceso normal de este estamento hijo de la propia sociedad que, en su tremebundo desenvolvimiento, crea situaciones acordes con el tiempo y sistema de vida ofreciendo, a los que forman su conjunto, que, en definitiva, son idóneas mercancías para el desarrollo “inteligente” programado, un ficticio panorama de soluciones que regulan la mas ardua problemática del momento; que regulan, digo, bien o mal, pero que regulan, por supuesto, atendiendo a intereses y caprichos de competencia, sin tener en cuenta el asunto de las cadenas que es de mas importancia que la que pueda suponerse así a primera vista.

Si estamos en un país civilizado y democrático, ¿o no?, debemos tener TODOS muy presente que todo es nuestro, todo, absolutamente todo es nuestro pero, realmente nada, absolutamente nada nos pertenece…Somos unos elementos al servicio de la evolución universal que desconocemos. Nuestra posibilidad está, dentro de nuestros límites, en manejarnos con buen criterio y no siempre animando el empleo egoísta en nuestras realizaciones.

Debemos hacer comprender la tajante erradicación de cuanto mal inunda al esclavo escondrijo de mentes que, al verdadero servicio de la comunidad, podrían salvar los grandes escollos humanos. Mas tal vez, todo sea imperioso a la propia vida y consustancial al progreso, por llamarlo de alguna manera, del mundo y tengamos que seguir padeciendo a los demás como padecemos las inclemencias del estado atmosférico.
Pero, a pesar de todo, sigo creyendo, un poco, que el día que no se pongan cadenas a nada ni a nadie será un día grande digno de la mayor fiesta humana, donde goce la naturaleza con su bella bandera incolora y polícroma a la vez, invisible para todos en la actualidad.

1 comentario:

Diali Arima dijo...

Es una reflexion tan valida como cualquier otra, pero que especialmente me ha parecido propia de una revista llamada "Utopia". Porque es al final de lo que habla, una utopia.

Siempre se ha dicho que "una buena verja hace buenos vecinos" y, en este caso, es aplicable a las cadenas que deben hacer buenos conciudadanos, digo yo... Por suerte o por desgracia esta no es una consecuencia mas de la sociedad de hoy. Es algo que esta ahi desde el principio de los tiempos...