SOBRE CIUDADANÍA. MANUEL FERNÁNDEZ MAZA


Sobre Educación para la ciudadanía
El viernes cinco de febrero salió publicado en el diario malagueño SUR dos estadísticas del año 2008 en la que se refleja en primer lugar el fracaso escolar en Europa, donde España sólo se encuentra por delante de la vecina Portugal y de Malta; y una segunda en la que se ve el abandono de los estudios en nuestro país durante el mismo año, siendo de un 31,2%, es decir, uno de cada tres alumnos se quitan del instituto después de la ESO.

Para maquillar ese fracaso escolar sólo se ocurren propuestas de implantar asignaturas como Educación para la Ciudadanía, en la que el objetivo oculto es subir la media del alumnado con el fin mejorar las estadísticas y aumentar el prestigio con respecto a la cuantificación, pero no a la cualificación del alumno, que es lo que verdaderamente importa.

La Educación para la Ciudadanía es una asignatura obligatoria que tiene como objetivo favorecer el desarrollo de personas libres a través de la consolidación de la autoestima, la dignidad personal, la libertad y la responsabilidad y la formación de futuros ciudadanos con criterio propio, respetuosos y solidarios, que conozcan sus derechos, asuman sus deberes y desarrollen hábitos cívicos para que puedan ejercer la ciudadanía de forma eficaz y responsable.

Se supone que los fines de la asignatura son promover una sociedad libre, tolerante y justa; pero no hay que ser muy avispado para darse cuenta de que por toda la teoría que recibamos, no vamos a actuar por lo que aprendimos aquel día en aquella jaula maloliente que se encontraba en la esquina (recalcando esto para que se centren en cosas verdaderamente precisas como el que no haya clases con 35 alumnos en espacios de poco más de 30 metros cuadrados), y es que por más que se evolucione, el ser humano no va a dejar de ser lo que es, y no una máquina que se puede programar para desempeñar las funciones de lo que está bien y del ser perfecto.

Como se dice popularmente, cada uno parte el pan para su pecho, así que, no por dar esta asignatura vamos a ser más justos y tolerantes con los demás. Ejemplo de ello puede ser lo sucedido en Haití, porque vemos y reconocemos que ellos son los que realmente no tienen nada, pero eso nos sirve en ese momento, a la semana, al mes, pero hay un momento en el que nos olvidamos de todo eso que ocurrió en aquel lugar que sabrá Dios si sigue allí si quiera; y volvemos a nuestra realidad, que vuelve a ser la de siempre, donde las verdaderas preocupaciones somos nosotros mismos, y como mucho nuestro entorno más cercano.

Por lo tanto, no a la EpC porque:

• No debería ser una asignatura obligatoria porque los padres tienen derecho y a educar a sus hijos de la forma que ellos crean más conveniente, ya que la ENSEÑANZA tiene la función de enseñar y no de educar, pero la verdadera educación está de puertas para afuera y más sabiendo que todo lo que hay de puertas para adentro es tan solo teoría y fuera está el mundo real del que debemos aprender más aún.

• Además, se empieza a dar cuando los alumnos tienen unos 10 años y son fácilmente manipulables, además de que no creemos que ese niño atienda mucho en clase cuando se está hablando de la Constitución y sus puntos.

• No hay una titulación que otorgue el que un profesor pueda dar clases como lo pudiera hacer uno de Matemáticas o Química.

• Emplear esas horas en otras que son más aprovechables como los idiomas y dejarnos de tantos “centros bilingües” donde tiene de eso tan solo el nombre.

1 comentario:

Tomás Morales dijo...

Me ratifico en mi reflexión Educación para la ciudadanía, en mi página www.tomasmorales.es, Descargas, pág, 5

Un saludo

Tomás Morales