LOS SALVADORES DE LOS TOROS. TEODORO LEÓN GROSS

SOBRE LA PROHIBICIÓN DEL PARLAMENTO CATALÁN A LOS TOROS
El mundo del toro debería levantar un monumento a quienes más han hecho por salvar esa tradición deslumbrante y bárbara del ADN ibérico: los nacionalistas catalanes.
-¡Gloria a Carod Rovira y esas buenas gentes!- debería brindarse en los salones y tabernas donde se refugian los últimos taurinófilos; y en todas las plazas debería haber una placa de homenaje a Puigcercós, Mas y Montilla como a Joselito, Manolete o Belmonte por las fechas memorables.

En definitiva, los nacionalistas catalanes han logrado algo que ya parecía imposible: recuperar la simpatía hacia los toros. Desde hace años la Fiesta se precipitaba a una desaparición inevitable, cada vez más alejada de la realidad del siglo XXI, a contracorriente de los gustos de la época y del animalismo infantilizado por Disney, sobre todo entre la generación Erasmus. Los jóvenes ya no aportaban un relevo generacional para sostener los toros, y la economía del negocio se arrastraba cada vez más debilitada, bajo subvenciones sin el equilibrio mínimo entre oferta y demanda. Y de repente, cuando los toros ya estaban al borde del crack sin horizonte, van los nacionalistas catalanes y logran revitalizar el espíritu taurino en España. Son unos verdaderos fenómenos. Ha bastado su persecución para suscitar una reacción de simpatía en todo el país. Varias comunidades, tras Madrid, van a proteger la fiesta como Bien de Interés Cultural. Y esta ultraprotección, impensable hasta hace poco tiempo, es mérito sólo del frente catalanista.
-¡Gloria a los mentecatos del frente!- se brindará en las plazas, levantando un vino español o un champagne francés, felicitándose ya que ahora también en España, como en Francia, los toros recuperen el aliento de una tradición hace poco casi exánime entre los bostezos de la última generación de aficionados.
Y ayer más de uno del Frente lloraría viendo el titular de The New York Times: “una región de España prohíbe las corridas”. Todo para acabar identificados como ¡una región de España! Qué cornada. Por demás, la prohibición –otra invasión totalitaria desde el poder sobre costumbres privadas que no vulneran ni la ley ni la ética- les retrata como lo que son. De hecho, no engañan a nadie. Lo suyo no es ecología, es política. No son antitaurinos, son antiespañoles persiguiendo un símbolo ibérico identificado en todo el planeta. Si realmente se tratara de ética ecologista, prohibirían también los ‘correbous’, esas fiestas de toros a menudo salvajes muy típicas en el sur de Cataluña. Pero eso sería exponerse a perder votos, así que han decidido dejarlo estar. Ese es el nivel de credibilidad. Lo que les jode de la Fiesta Nacional no es la Fiesta sino lo Nacional. Y han logrado lo contrario: más Fiesta, más Nacional. Un éxito.
TEODORO LEÓN GROSS

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