PEATONALIZACIÓN DE CARRETERA DE CÁDIZ: UN SUEÑO NO HECHO REALIDAD. SERGIO RUIZ MATEO

LA PEATONALIZACIÓN DE LA CARRETERA DE CÁDIZ
Hace unos meses el alcalde socialista de Barcelona, Jordi Hereu, consultó a la ciudadanía acerca del proyecto de reforma de la Diagonal, mediante un referéndum en el que se proponían tres proyectos diferentes: transformar la vía en una rambla, realizar un boulevard o, por último, dejarla como está. Lo más significativo no fue que venciera la última propuesta (la más conservadora, sin duda) sino la baja participación que la convocatoria consiguió.

Esto ha sido traducido como un fracaso político, un portazo en la cara al gobierno de Hereu, quizás algo alejado hoy de los intereses inmediatos de la ciudadanía, más preocupada por el paro y los recortes sociales que por los grandes proyectos urbanísticos. Así también lo ha visto la oposición, interpretándolo como el síntoma claro del fin del socialismo en la ciudad española que más firmemente ha mantenido esta posición política. No en vano, en el edificio de la Plaça Sant Jaume ha gobernado el PSC desde el final de la dictadura.
Al alcalde barcelonés, sin embargo, es necesario reconocerle la valentía y la apuesta, poco habitual, por la participación directa que supone dicha consulta. Quizás son formas de participación que, aunque no sustituyan la legitimidad de la democracia representativa, van a ir ganando más protagonismo en el futuro, o al menos eso esperamos algunos. Si se considera una derrota es porque no ha vencido la postura “oficial”, pero en modo alguno se debe creer que un político que ha dado voz a la ciudadanía ha fracasado. Fracasaría si ahora hace oídos sordos a lo que le dice la gente.
Traigo a colación este acontecimiento no para escribir sobre las ventajas o desventajas de la democracia directa, que bien podría servir para otro artículo, sino porque me recuerda a otro caso parecido (aunque de lejos) ocurrido aquí en Málaga. Por supuesto, todo fue mucho más chapucero y para nada se consultó al pueblo celebrando un referéndum. Más bien, se trataba de una encuesta semioficial aprovechando una especie de fiesta organizada por la oficina del metro. La pregunta en cuestión era la posibilidad de peatonalizar o no la Carretera de Cádiz, que estas semanas está de radiante actualidad con el proyecto de reforma planteado por Metro-Málaga. Ocurrió lo mismo que en Barcelona: la mayoría apostó por mantener la avenida tal y como estaba antes de las obras del metro.
La cuestión de fondo es quién tiene capacidad de decisión, legitimidad y conocimientos para proyectos tan importantes y que pueden marcar decisivamente la calidad de vida de nuestras ciudades. En el caso de Barcelona doy por seguro, aunque bien puedo equivocarme, que elementos externos al propio proyecto (política municipal, situación económica general, etc.) han afectado a la decisión final. Sin embargo en Málaga, donde la consulta se hizo cuando las obras del metro estaban en pleno desarrollo y por tanto era inevitable plantearse la nueva avenida, las circunstancias han sido diferentes. Aquí no estamos seguros de qué perfil de ciudadano prestó su voz, sólo diré que era un día laborable por la mañana. En Málaga faltó información y formación.
Pero sigamos con esa cuestión de fondo. ¿Es recomendable que un ayuntamiento tome una decisión de estas características consultando a la gente? Cuando un alcalde se presenta respaldado por un equipo, se le presupone un proyecto de ciudad que ha sido escrutado por la sociedad a la hora de ejercer su voto. En el modelo de Hereu entraba la reforma de la Diagonal, y en el modelo de casi todos los gobernantes municipales, incluido el de nuestra ciudad, está el de apostar por la peatonalización, la movilidad y la victoria de las personas sobre el automóvil. Pero estas ideas y utopías abstractas luego tienen que tomar cuerpo en la realidad, y ahí es donde se choca con el inmovilismo de muchos de los ciudadanos de a pié que en principio apoyaron esos mismos proyectos de ciudad. En la escena urbana hay cambios que siempre generan polémica y por lo general son los sectores más conservadores los que hacen oir su voz de manera más ostentosa. No voy a entrar en que la peatonalización de dicha avenida sea infinitamente mejor que el modelo anterior, de lo cual estoy seguro, sino en si no hubiera sido recomendable que dicha reforma tan innovadora calase previamente y de manera suficiente en la conciencia cívica. En Málaga hizo, y hace falte, perdónenme, mucha pedagogía.
Imaginemos que el alcalde hubiera consultado si reformar o no la calle Larios. Se pusieron en contra comerciantes y mucho de los habitantes del centro, recuerden. En esa ocasión el ayuntamiento hizo oídos sordos, y es de agradecer. ¿Alguien duda de que fue la decisión acertada? ¿Quién volvería al modelo anterior? ¿Y cuántos de los que se negaban, ahora están satisfechos con la peatonalización? Pues se trata ni más ni menos que de trasladar ese modelo peatonal al resto de la ciudad. Realmente desconozco si existe una mayoría social a favor de la peatonalización, aunque puedo intuir que sí, atendiendo a las opiniones de asociaciones, colectivos en general y ciudadanos que saludan y disfrutan los espacios peatonales. Él espacio peatonal se extiende y es usado más placenteramente por el ciudadano. Esa es la mejor evidencia de la mayoría social a la que me refiero, aunque no estaría mal un referéndum oficial como el barcelonés, para calibrar exactamente por donde deambulan las opiniones de la ciudadanía. Pero en cualquier caso, existe una mayoría “cualificada”, representada por técnicos y expertos, como lo es el propio Colegio de Arquitectos de Málaga, que abogaba por un mayor uso peatonal de Carretera de Cádiz y la Unión, resaltando la oportunidad histórica que las obras del metro suponen como reformadores y dinamizadores de los distritos más depauperados de Málaga.
Al PP nunca le convenció del todo la semipeatonalización de Carretera de Cádiz. Ha jugado la baza de partido que da voz al pueblo, pero se ha hecho evidente que la dio de forma oportunista e interesada, sin calibrar los verdaderos intereses de la ciudad en su conjunto. Aprovechó los instintos más individualistas de los ciudadanos, aquellos que remiten al deseo de aparcar en la misma puerta, tener más carriles para ir más rápido o desconfiar del espacio público por considerarlo proclive al gamberreo, en definitiva, el miedo al cambio y el desconocimiento de mejores alternativas.
Los socialistas por contra, con la Junta de Andalucía a la cabeza, no supieron resolver uno de los dilemas que atenazan a la izquierda desde sus orígenes, esto es, cómo conciliar su apuesta democrática y su anhelo de entregar el poder al conjunto de la ciudadanía, con la tendencia, propia del siglo de las Luces, de hacer pedagogía a través del ejercicio del poder, sin caer en la imposición. Una especie de Despotismo ilustrado que, salvadas las distancias, un buen programa de gobierno puede suplantar y legitimar.
SERGIO RUIZ MATEO

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