ENTREVISTA SALVADOR MORENO PERALTA


SALVADOR MORENO PERALTA nació en Málaga, aunque por motivos familiares su familia se trasladaría a Pontevedra, Cartagena y, finalmente Madrid, donde estudió en el Colegio del Pilar por cuyas aulas han pasado personajes como José María Aznar, Pérez Rubalcaba o Fernando Savater. Estudió arquitectura y perteneció al círculo de Fullaondo le hizo conocer a gente como Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Antonio López García y Santiago Amón. En el año 69 fue detenido por un delito que no había cometido, y cuya pena fue su deportación a Málaga en el año 1972, donde conoció a su mujer y comenzó a trabajar como arquitecto. De su ejercicio profesional destacan proyectos como el Ayuntamiento de Torremolinos, el corralón de Santa Sofía, el Plan General de Ordenación Urbana de Málaga de 1983, que redactó con José Seguí y Damián Quero, el rescate del parador de San Rafael (sede de Turismo Andaluz) y el Centro de Formación e Industria del Ocio de Mijas. La música y la lectura son sus otras dos pasiones. Es habitual ver artículos suyos en la prensa malagueña.


Desde su punto de vista, ¿cuál es el panorama actual de la ciudad de Málaga a nivel urbanístico? ¿Es el PGOU aprobado provisionalmente en el pleno municipal de julio, el PGOU que Málaga necesita?


Desde el punto de vista urbanístico Málaga, como todas las ciudades, está buscando su propio camino para adaptarse a lo que verdaderamente es una crisis planetaria, no sólo económico financiera sino de valores y modelos de urbanidad. Las ciudades grandes empiezan a ser conceptos inabarcables desde el punto de vista anímico, y es en ese contexto donde hay que encontrar un hueco para ejercer la condición de ciudadano que, a mi juicio, va por conseguir un modelo de relaciones de proximidad, de coexistencia entre el ubicuo espacio de los flujos y las necesidades de convivencia y de contacto físico con los demás ciudadanos, relaciones de comunidad, en suma. La vitalidad de Málaga es mayor que la que cabe en sus planes urbanísticos. Pero no hay que mitificar el PGOU como si fuera un Libros Sagrado.


Me echo a temblar cada vez que los políticos hablan del PGOU como "modelo de ciudad", que no es más que una Arcadia obsoleta e imposible. Más bien lo que hay que tener es criterio para dirigir los procesos urbanos según un sistema de verificación-error, ser sensibles a las nuevas realidades que generan los desarrollos que se van produciendo. La realidad va cambiando, y no siempre de acuerdo con nuestras previsiones. Se trata de trasladar a la capacidad de criterio lo que otros confían a la rigidez de las normas. Hoy, en Málaga como casi en todas partes, planeamiento urbano es sinónimo de burocracia, y parafraseando al Horacio de Hamlet, hay más cosas en el cielo y en la tierra de una ciudad de las que caben en la filosofía de un PGOU.

Visto los enfrentamientos entre Ayuntamiento y Junta, ¿cree usted que la voz de los arquitectos y urbanistas es tenida en cuenta entre los políticos?

No mucho, porque el urbanismo de hoy está en manos de burócratas celosos de sus competencias gremiales cuando no amedrentados por la judicialización de la política. Los urbanistas y arquitectos de hoy se encuentran desconcertados, lastrados por unos modos de concebir la ciudad anclados en una sociedad post-industrial que han saltado hecho pedazos. A veces resulta patético ver cómo cambian de opinión en poco tiempo siguiendo las veleidades de la moda. Comprendo que muchos políticos desconfíen de los urbanistas. Aparte de esto, cada político con responsabilidad es un urbanista frustrado. No olvidemos que la arquitectura y el urbanismo son, quizás, las dos herramientas más representativas del poder, la forma más ostensible de perpetuar su memoria, desde los faraones hasta nuestros alcaldes.

Algunos puntos candentes han sido Arraijanal, la construcción por encima de las rondas o el palmeral de las Sorpresas, ¿cuál es su punto de vista?


El Arraijanal parte de una inexactitud interpretativa: proclamar que era Suelo No Urbanizable cuando en realidad estaba clasificado como Suelo Urbanizable No Programado desde el PGOU del 83. Y se clasificó así para cubrir la demanda turística de sol y playa de la que Málaga carecía cuando le segregaron Torremolinos. En urbanismo imperan los tópicos, y el del "pulmón verde" frente a los "especuladores" es uno de ellos, muy difícil de matizar y rebatir.


El Arraijanal será un gran parque al que habrá que ir con coche. Bueno. Mantenerlo como una gran zona libre para deportes, paseos, actos públicos, niños y ancianos, etc está muy bien, pero, sinceramente, desconfío de la capacidad que Málaga tiene para mantener y vigilar este tipo de cosas. La negativa a la construcción por encima de las rondas es otro de los tópicos. Lo que allí se ha planteado es asignar a la iniciativa privada, con una huella edificada concentrada y muy escasa, la regeneración del manto vegetal, el acercamiento del parque de los montes a la ciudad, fundir el medio natural con el urbano y dejar ese espacio sellado con ese modelo. Por otro lado la ronda no es más que un elemento artificial der tráfico, y no una barrera natural, pues si así se concibe, también lo hubiera sido la ronda Oeste y no se habría podido extender la ciudad por la llanada del Guadalmedina y el valle del Guadalhorce. Ha sido el triunfo del tópico frente al debate mínimamente científico.


El Palmeral de las Sorpresas fue una conquista ciudadana frente a la pretensión de construir en el muelle 2 un monstruoso Centro Comercial. El proyecto actual es brillante, pero con algo que el ciudadano percibe como un error: su cota de rasante, que obliga a mantener la valla, esta vez como protección, y no como separación entre el Puerto y la Ciudad, pero valla al fin y al cabo, cuya demolición en Málaga es una reivindicación histórica. La gente lo que ve es que no se puede pasar del Paseo de los Curas al Muelle. Tal vez el arquitecto autor del proyecto, enrasando el Palmeral con el Parque, haya hecho un guiño para impulsar en su momento el soterramiento del Paseo de los Curas, para que no se interfieran las comunicaciones rodadas (longitudinales), y las peatonales (transversales).

Si de usted dependiera, ¿qué proyectaría en el cauce el Guadalmedina?


Es un espacio para usos mixtos, con las funciones preponderantes de relacionar físicamente la Málaga Oeste con la del Centro. Es un espacio que debe reconocerse en su doble condición: lineal, en la medida en que es un eje (peatonal y viario) y fragmentario, en la medida en que son muy diferentes los trozos de ciudad que a él se asoman. Debe estar conectado con el Puerto desde el punto de vista viario, para dar salida hacia las Pedrizas a los tráficos portuarios (mercancías y cruceristas) sin pasar por la ciudad, coexistiendo con amplias zonas arboladas, peatonales y esparcimiento, en una gran variedad. Pero antes los ingenieros tienen que ponerse de acuerdo de una vez si el cauce puede ser total o parcialmente embovedado. Subyace aquí una interminable discusión de índole más gremial que técnica, que impide abordar un asunto satisfactoriamente resuelto en otros lugares como, por ejemplo, la rambla almeriense.

Otro debate es la disyuntiva entre arquitectura vertical y horizontal. ¿Por qué cree que en Málaga han encontrado tanto rechazo los rascacielos?

El rechazo a la edificación en altura creo que procede de los años sesenta cuando, con muy mala calidad, se hicieron grandes bloques que el imaginario colectivo se asimila con lo periférico, lo especulativo, incluso con lo cutre. Es otro tópico más. La edificación en altura concentra edificabilidad y libera espacio, si existe una proporción razonable entre la superficie y la altura. El problema es que, por su propia naturaleza técnica, el rascacielos exige una construcción costosa y de calidad. ¿Hay capacidad económica y de mercado en Málaga para abordar eso, y con qué, oficinas, viviendas...?

Una vez que el actual PGOU agotará prácticamente el suelo urbanizable del municipio, ¿Cuál es el futuro de Málaga, crecer a expensas de los polígonos (especialmente el del Guadalhorce) o reurbanizar la ciudad consolidada?

Las dos cosas. Es muy posible que algunos polígonos (los más céntricos) se transformen en barrios residenciales y es posible también que la actividad industrial (que aquí es fundamentalmente de talleres medianos y almacenes), se exporten a zonas logísticas del Área Metropolitana. Y, por supuesto, queda un amplio margen de transformación interna en la ciudad consolidada, y no me refiero sólo al Centro Histórico. En el futuro próximo tendremos que afrontar la rehabilitación de los Centros No Históricos, aquellos que las generaciones inmediatas han creado, no nuestros antepasados.

¿Es posible en nuestro tiempo grandes operaciones tipo apertura de Calle Larios, Avd. Andalucía o cualquier otra que suponga una trasformación radical de la ciudad consolidada?


Sí, por ejemplo el llamado bulevar del soterramiento del ferrocarril, que es una oportunidad única, si se hace bien, para vertebrar todo el gran arco del primer crecimiento malagueño hasta la Ronda Exterior. Las conexiones transversales que propicien esta intervención se van a dejar sentir en el funcionamiento de toda la ciudad. El eje del Guadalmedina, ya mencionado, es otra operación de enorme trascendencia, o una versión "monográfica" de todo el frente litoral, desde el Guadalhorce hasta el Rincón, pasando por, entre otros lugares pendientes de actuación, los Baños de Carmen.

Respecto al centro histórico, es palpable que, a pesar de los esfuerzos por reurbanizar calles y plazas, no se obtiene el mismo resultado en cuanto a la conservación del patrimonio arquitectónico. Observamos una y otra vez demoliciones, ya sean totales o parciales. Es lamentable el estado en el que se encuentran algunos edificios históricos como la casa donde nació Cánovas del Castillo. O el caso de barrios con calle angulosas por donde da miedo pasear

¿Qué falla para que no podamos conservar nuestro patrimonio arquitectónico y para no hacer reutilizables esos espacios?
Muy simple: de nuevo la burocracia, que es el cáncer de nuestro tiempo, nuestra región y nuestra ciudad. En este caso están, por ejemplo, los verdaderos abusos en los trámites arqueológicos, algo de lo que todo el mundo se lamenta pero nadie habla por miedo a lo políticamente incorrecto. Bien está la investigación arqueológica- y fui uno de los primeros en introducirla en el planeamiento general- pero no hasta el punto de que no existan plazos ni límites económicos para los propietarios de solares afectados por las excavaciones.


Urge una regulación en este sentido. Lo que no puede ser es que por una interminable búsqueda de nuestras identidades subterráneas se nos caiga la ciudad emergente a pedazos. Y luego tampoco están claras las de la edificación, sometidas con frecuencia a las veleidades interpretativas de los funcionarios municipales. Todo se confabula, pues, para que nadie quiera invertir en el Centro. Por otro lado, la política municipal parece más preocupada en "tematizar" el Centro (como un escaparate de una historia impostada) que reintroducir en él la residencia y los usos productivos. Es lo que pudiéramos llamar el "síndrome de la calle Larios".


Y por último, si se quiere rehabilitar el Centro, hay que acometer de una manera unitaria y general las obras de infraestructura. No se puede hacer por fragmentos, de acuerdo con las ocurrencias y campañas electorales de turno. Y es que en la rehabilitación intervienen muchos factores simultáneos (arreglo de viviendas, construcción de viviendas nuevas, equipamientos, cualificación de espacios públicos, políticas sociales, etc), que comprometen a muchos organismos y áreas administrativas, pero eso choca con la enrevesada mañana de corralitos competenciales en los que se ha convertido la Administración: un perfecto aparato de relojería para entorpecerlo todo, un kafkiano universo de papel en la época del ordenador.

¿Es posible recuperar el urbanismo del barrio tradicional, la plaza cerrada, la calle no muy ancha, etc., o está superado?


No es que sea posible, es que ahora es más necesario que nunca. Como apuntaba al principio, paradójicamente, la cultura del ciberespacio, el trabajo a distancia, las redes sociales, etc, han generado una fuerte necesidad de contacto y vida comunal, que son las relaciones que han propiciado la ciudad "de siempre", la histórica, la de nuestra infancia. Soy muy optimista en la relación que pueda existir entre redes sociales y la mejora de las ciudades, aunque parezcan mundos y temas inconexos.

En cuanto a la arquitectura moderna, ¿Tiene su lugar en el centro? ¿Y cómo es posible doblegar las reticencias a su implantación en el casco histórico?


La arquitectura siempre tiene que ser moderna; lo que pasa es que la modernidad se conjuga de una forma distinta al lado de una catedral que en un barrio periférico o en un parque tecnológico. Al final no hay regla, sino la sensibilidad y el talento de un arquitecto para lograr que ese edificio moderno se instale rápidamente en la memoria colectiva de la ciudad, como si, pasada la primera sorpresa, pareciera que ese edificio "siempre hubiera estado allí".

¿Considera adecuado conservar sólo las fachadas de algunos edificios con menos protección arquitectónica? ¿Cree que deberían revisarse los criterios de consideración del grado de conservación de los edificios históricos?


Sí deben revisarse los criterios, puesto que el urbanista que hizo la catalogación muchas veces se fijó sólo en la fachada, sin conocer el grado de deterioro o de transformación interna que pudo tener ese edificio. De nuevo los rigores burocráticos. En cuanto a la conservación de las fachadas me parece bien, por razones de mimetismo o contigüidad con edificios históricos que marcan el carácter de la zona. Pero entonces, que se permita también una gran libertad en las distribuciones internas de esos edificios.


La arquitectura decimonónica igualaba los huecos de las fachadas, de manera que los mismos huecos podían servir para ventilar salones que dormitorios, cocinas o baños. Ese "fachadismo" compositivo y puramente formalista podía ser interesante de puertas para afuera, pero era una impostura de puertas para adentro. Permítasenos, pues, que ahora podamos arreglar el problema con plantas libres tipo "loft" o soluciones afines. Resulta grotesco, retrógrado y ultraconservador oír hablar de la relación estrecha entre las fachadas y la estructura interna de los edificios del siglo XIX como un valor sacrosanto cuando en realidad se trataba de una impostura formalista. Se trata de verter vinos nuevos en odres viejos.

¿Cuál es, a su juicio, el rumbo que está tomando el urbanismo actual a nivel internacional? ¿Está Málaga en la línea de lo que se proyecta a ese nivel?


Está en un momento de transición, y además, muy variado. No se puede generalizar. Los países emergentes y las nuevas potencias están reproduciendo unos modelos ya fracasados en países maduros. Acordémonos, por ejemplo, en los nuevos barrios de Bombay en la película "Slumsdog millionaire". La reflexión más solvente y más sugestiva es la de aquella que intenta reproducir en las megápolis las formas de vida tradicional: que puedas vivir en Nueva York o en Buenos Aires pero sin perder el sentido comunal del barrio. La crisis energética tiende a que los desplazamientos cotidianos se minimicen, incluso en transporte público.


Por otro lado las formas de vida - y, por consiguiente, de utilizar el territorio- son enormemente diversas. Es ridículo plantear de una manera tajante la dicotomía "ciudad compacta" y "ciudad dispersa", porque las dos coexisten, con sus ventajas e inconvenientes. Lo que sí detecto es una tendencia a diluir la separación drástica entre medio natural y medio urbano. Hay como un retorno al utopismo decimonónico y las ideas de la "Ciudad Jardín".

Como arquitecto ¿Cree que Málaga posee identidad propia, rasgos distintivos?


Sin duda los tiene. Su centro decimonónico tiene mucha más capacidad icónica e identitaria de lo que creemos. Y hay otros muchos lugares, unos evidentes y otros no, que suministran muchos rasgos de identidad propia. La cuestión es saber mirar la ciudad con ojos nuevos, y ver las potencialidades de muchos lugares que hoy son tenidos por irredentos. Mi afición es, precisamente, descubrir esos lugares en cada barrio...pero, en fin, sólo tenemos puesta la vista en la calle Larios.

¿Cuál es para usted el modelo de ciudad que más le haya sorprendido?

Curitiba, en Brasil: cómo se puede hacer de la nada una ciudad moderna, habitable, ecológica, ejemplar en su transporte público... Es la obra de un gran alcalde- arquitecto, un alcalde de referencia mundial, Jaime Lerner.


¿Qué proyectos tiene Málaga pendiente?


El Guadalmedina, el Auditorio, el soterramiento del Paseo de los Curas, el bulevar del ferrocarril, la incorporación a la ciudad del muelle 4 del Puerto....

Si de usted dependiera, ¿qué edificio de la ciudad de Málaga echaría abajo?

Uno al lado de la Iglesia de San Juan, otro en la ladera de Gibralfaro, algunas barriadas periféricas de los sesenta...Al chalet de la Ronda Exterior que alguien bautizó como "Xanadú" lo cercaría y pondría un cartel explicativo: "quintaesencia del malagueño ladrillero hecho a sí mismo: especie protegida"

Le invitamos a soñar. Enuncie un proyecto posible o imposible para la ciudad de Málaga.

Un proyecto en el que cada zona, cada barrio o distrito tuviera un edificio de gran calidad arquitectónica, sede de oficinas para una eficaz descentralización administrativa y de un equipamiento cultural de carácter metropolitano: unos referentes que descentralizaran la Cultura por toda la ciudad y generara sentimientos de orgullo y pertenencia del ciudadano a sus ámbitos domésticos y cotidianos, deshaciendo ese atroz modelo que hace de la mayor parte de Málaga una ciudad-dormitorio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No creo que con la gestión urbanística que llevan a cabo los políticos malagueños podamos aspirar realmente a capital cultural para el año 2016. Hoy mismo veía en la prensa una nueva demolición de un edificio del siglo XVIII por parte del Ayuntamiento.