EL FINAL DEL ZAPATERISMO. TEODORO LEÓN GROSS

EL ZAPATERISMO NO SE ACABÓ AYER.

PUBLICADO EN DIARIO SUR
El zapaterismo no acabó ayer, con la publicación en el BOE del certificado de defunción. La última fotografía, sobre las alfombras palaciegas del poder que tanto alejan de la realidad a los inquilinos de la Moncloa, solo es la estampa simbólica del adiós. El final de Zapatero ha sido largo y agónico, sin la catarsis abrupta de su antecesor con aquellas noches de los cristales rotos y el olor en el aire a tytadine y mentiras políticas; sino amargo y cadenciosamente demoledor, como esas metástasis implacables que devoran un organismo.

Ahora es oficialmente un actor secundario mientras se resuelve el duelo del relevo, pero ya lo era desde tiempo atrás bajo vigilancia exterior. El desenlace desapasionado del zapaterismo está fechado el 9 de mayo de 2010. Ahí, la noche del Ecofin bajo la sombra de la intervención, dejó de existir. En un mundo global sacudido por la crisis y con el lastre de la burbuja del ladrillo, le sacaron tarjeta roja con sus cheques fallidos de estímulo, cheques cuatrocientos euros, cheques bebés, cheques a las administraciones para obras discrecionales bajo la etiqueta del Plan E. Ese día Zapatero pudo dimitir al menos con el aval de la coherencia, que quizá incluso lo habría convertido en un tótem de la izquierda; pero aceptó la misión de transformarse en el gestor encargado de vigilarse a sí mismo y enterrar su propia gestión desde el cargo.

Hay algo de personaje trágico en Zapatero desde ese momento, forzado al papel de enfrentarse a sí mismo, a su idea de la política, a su estilo. Aunque asumido por él como un sacrificio expiatorio, su imagen no ha resistido la impostura. En el futuro quizá remontará beneficiándose de su buen talante, su elegancia democrática de encajador a pesar de una oposición inflexible que desde el primer día lo catalogó como presidente ilegítimo.

No parece que vaya a ser un expresidente tipo Pepito Grillo como Felipe en su irritante rol del más listo de la clase o tipo perdonavidas como Aznar mientras firma contratos estelares con multinacionales; y dentro de algún tiempo se recordará su política social valiente -del matrimonio homosexual a la imprescindible Ley de Dependencia- pero Zapatero ha fracasado en el gran desafío de la crisis que le ha tocado como presidente. Y su empeño en no asumir ese desafío, negando la crisis, es la imagen perdurable de ese fracaso. Millones de desempleados son la estampa epidérmica de una sociedad herida por el declive económico. Y los efectos se van a prolongar. Esa es la paradoja final de Zapatero: él ya se fue pero su sombra va a seguir ahí, como la de Lucky Luke tras disparar, sentada en la capitidisminuida bancada socialista tras el desastre electoral que es parte de su herencia.



1 comentario:

juanmanuel dijo...

No se por que pensáis que lo ha hecho mal, o le hayan salido mal las cosas a Zapatero, se ve que hay dudas todavía de que sea un infiltrado de la oligarquía.