EL GOZO DE LA APOSTASÍA. J. AGUSTÍN FRANCO MARTÍNEZ

EL GOZO DE LA APOSTASÍA


La alegría inmensa de recuperar la libertad y el derecho a seguir más fielmente el mensaje de solidaridad universal que tantas personas a lo largo de la historia han proclamado. La alegría de haber roto las cadenas de la hipocresía institucionalizada. La alegría incontenible de escuchar, por fin, la noticia de liberación y amor incondicional. La satisfacción de tomar las riendas. La alegría de volver a andar sin las muletas católicas. La alegría de volver a ver sin las gafas sucias de la moral cristiana. La alegría de volver a sonreír sin la condena opúscula de la dogmática. La alegría de volver a pensar sin la doctrina clerical.

La alegría de reconstruir la propia vida como un sacramento real y no simbólico o meramente ritual. La alegría que no puede ser contenida en los moldes jurídicos de lo mundano. No hay ritual mágico que sustituya la realidad del nacimiento a la vida como bautismo primigenio.

¿Hay algo más pagano que un catolicismo excluyente? ¿Hay algo más hipócrita que un cristianismo de tercera regional? ¿Hay algo más injusto que una usurpación religiosa del trono que habita la Bondad en todo corazón humano?

¿Para cuándo la revolución indignada en la Iglesia Católica? ¿Para cuándo? ¡Lo llaman "buena noticia" y no lo es! ¡Lo que predican con los labios lo destripan con las manos! ¡Proclamemos un minuto de silencio místico! ¡Basta ya de tanta charlatanería y falsa sumisión!

La obstinada tendencia religiosa a esclavizar a sus semejantes es una forma de relación inhumana, atea. Diríase que los auténticos ateos no son los que dicen negar la existencia de dios, sino más bien aquellos que generan y desarrollan relaciones de esclavitud con el prójimo. La fe "católica" ha evolucionado desde el cristianismo hacia el neoliberalismo, en un proceso de ahondamiento en espiral de la hipocresía e infantilismo moral y espiritual de la feligresía corderil.

Paradójicamente observamos que los que más necesitan justificarse por su demencia esclavista son los más aguerridos defensores del capitalismo, de lo religioso y del moralismo.

De lo anterior desvelamos que el ser humano disfraza de religión su inmenso miedo existencial, su ausencia de sentido, su falta de esperanza, su declaración de desconexión e irreconocimiento frente al prójimo.

Una vivencia auténtica de la solidaridad haría innecesaria toda religión, todo templo, toda iglesia de piedra, los andamios históricos de la insolidaridad. Y lo más triste es que mientras existan las religiones no habrá jamás solidaridad universal.

Incluso en un mundo más justo y equitativo, al que sin duda debemos aspirar, encontraremos viva y resplandeciente la experiencia de desvalimiento, ¡ésa es la clase de pobreza que siempre tendremos entre nosotros! Para darle respuesta continua e ininterrumpidamente es también necesaria una cultura de fraternidad.

Sin embargo, sentimientos egoístas nos embriagan. El que ansía poder, el que necesita adulación, el que pervierte la amistad… Todos ellos embriagados de egoísmo.

Pero también todos tenemos impreso en lo profundo el valor de la solidaridad, sólo es preciso hacernos conscientes de su realidad. Pero no es fácil. Nos han enseñado que no hay nada más grande ni divino que tal o cual profeta, sin decirnos que fundamentalmente somos fiel reflejo de la pequeñez y humanidad de los empobrecidos. Nos han enseñado grandes verdades teológicas, sin decirnos que formamos parte inexcusablemente de dichas verdades, sepamos o no expresarlas con claridad y rigor.

Hemos sido separados, expulsados del paraíso no por dios, sino por nuestros semejantes, aquéllos que se autodenominan descendientes de la casta de Pedro.

Las enseñanzas de la biblia y de los grandes libros sagrados están grabadas en el corazón humano. No sería necesario gastar ni un céntimo en imprimirlas y publicarlas. No hay biblia que pueda contener la verdad del ser humano. Frente a la condena del ser humano, hay que ejercer la potestad de iconoclastia. Se trata de liberarse de los apegos jerárquicos, los apegos litúrgicos, los apegos hermenéuticos, los apegos bíblicos…

¡Lo llaman "buena noticia" y no lo es! ¡Lo que predican con los labios lo destripan con las manos! ¡Proclamemos un minuto de silencio místico! ¡Apostasía real ya!

4 comentarios:

Tomás Morales dijo...

Identificas "Cristianismo" con "Iglesia como poder". Y ese es tu error.
¿Que la Iglesia jerárquica, antidemocrática, antifeminista, tridentina,...quiere "monopolizar" el cristianismo?. Es verdad. Pero allá tú si te lo crees.
Yo no tengo nada contra el Crstianismo, y tengo todo contra la iglesia.
Hablas de "apostasía" pero estás hablando de "apostasiar de la Iglesia".
Se puede ser cristiano y antieclesial.
Ninguna culpa tiene el Cristianismo de cómo actúa la Iglesia.

Anónimo dijo...

Hace poco me preguntaba -a raíz de críticas de clérigos italianos sobre la postura de la iglesia católico en el tema de la homosexualidad- si los hombres y mujeres homosexuales católicos no habían ya enviado y colapsado el Vaticano con solicitudes para apostatar...No tengo ni idea, pero me parecería muy coherente porque se trataría de una apostasía "simbólica"...cuando la iglesia se reforme (creo que nunca ha sabido "revolucionarse"), pues nada, a bautizarse de nuevo y se acabó tanto formalismo y demás asuntos superficiales

Tomás Morales dijo...

¿Pero por qué no seguir siendo justo, amando a los demás, luchando contra la injusticia, ser solidarios con los que más sufren, vivir la sexualidad por la que uno haya optado,.... y "olvidarse de la Institución Eclesiástica" que, tras jurar su voto de castidad, se considera con derecho a que todos entremos por el aro de su concepto de sexualidad?
Si alguien tiene necesidad de manifestarlo públicamente, que lo haga, pero no es necesario.
Vivirlo es superior a manifestarlo.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo contigo sobre el derecho a la intimidad en la experiencia de la sexualidad; yo también me siento incómodo con ciertas formas de reivindicación del colectivo de hombres y mujeres homosexuales (no se me escapa de que el sistema capitalista no los ha integrado sino sólo tolerado porque son, "fuera del armario", potenciales consumidores... Te entiendo, pero en todo hay un límite, la paciencia se agota, aparece la indignación, las ofensas, y entonces, sí, es cierto, se rompe la barrera de lo íntimo y personal, y se exhibe el dolor y el sufrimiento de los excluidos: ¿no es esta acción afín al cristianismo primigenio?