LA MANO DE LA VIDA. JOSÉ MANUEL BELMONTE

LA MANO DE LA VIDA
“Nunca llevamos a un niño de la mano. Siempre nos lleva él a nosotros, nos trae. Aprender a dejarse llevar por el niño, confiarse a su mano, loto que emerge en los estanques de la infancia” (F. Umbral). Creo que el niño, todo niño, no sólo nos guía con su mano, también con sus ojos y su voz. “Sus pasos menudos van tomando posesión del planeta con levedad y amor…todo le recibe como si le esperase desde siempre… va despertando a lo que siempre estuvo dormido, hasta que él llego”.

El niño, que llevamos y nos lleva me ha pellizcado la piel del alma. No sé si tengo un nudo o un hueco. No sé si sangro, pero me duele hasta el pensar. Su mano me lleva a una nueva dimensión. La voz, la mano, la sonrisa, la luz, despiertan los rincones interiores donde la penumbra y la niebla mortecina acomodan las cosas a un ritmo de silencio. Me sorprende siempre, y despierta las cuerdas del arpa prodigiosa de la vida. Ahora cada día amanece con una música distinta, cálida, de fuego interrogante.

A los técnicos de Naciones Unidas se les ocurrió preguntar a una niña etíope, ¿qué deseaba ser de mayor? Llevaron su respuesta, con fotos y videos, al edificio de su sede en Estados Unidos. Ante los oídos y ojos asombrados de la gente, la niña respondió: “VIVA”. “Sueño estar “viva”. Vivir hoy. Y mañana, “vivir hoy”. “Su mañana es soy” era el lema escogido en 2011 por Manos Unidas. Es la aspiración más importante y realista, la de la niña etíope, y la de cualquier niño en cualquier rincón del mundo. Y ese sueño de ellos es el futuro de todos.

Pero la niña etíope y el niño que me trae me baja de la nube. Cada minuto mueren 9 niños. En 1990 entró en vigor la Convención de los Derechos del Niño pero es papel mojado. Antes se firmaron los Derechos Humanos, el Derecho a la vida. Pero muchos, ni llegan a nacer. Allí se afirmaba que la maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y existencia especiales. Pero muchos de los que ven la luz, se apagan antes de los 5 años. “La situación de gran parte de los niños en el mundo dista mucho de ser satisfactoria, por la falta de condiciones que favorezcan su desarrollo integral”. Las causas de su muerte: por insuficiencia de peso al nacer, por hambre y desnutrición, por enfermedades como la malaria, el sarampión o el sida, por infecciones y falta de higiene, por falta de personal sanitario, falta de salud de sus madres y falta de preparación de las madres y los padres. Naciones Unidas, consideraba crucial, apoyar los primeros 1000 días. Su Secretario General decía “nuestro mensaje es claro y convincente: Mil días para: cambiar una vida, cambiar el futuro”.

¿Qué ha pasado? Esos males, parecían lejanos, como si estuvieran encadenados al tercer mundo. Pero ahora la crisis del paro y el hambre golpean también a los países desarrollados. La solidaridad internacional se ha frenado. En Europa “hasta esta semana no habíamos visto un caso de desesperación como el protagonizado por una madre en Grecia”. Una amaestra encontró, junto a una niña de 4 años la siguiente nota: “Hoy no vendré a buscar a Ana porque no puedo mantenerla. Por favor, hazte cargo de ella. Lo siento. Su madre”.

No hemos tomado en serio ni a los niños, ni a las familias. Por eso el futuro de la Humanidad es incierto.

La falta de trabajo, la desesperación y el negro horizonte de la economía, puede llevar a los desesperados padres a desprenderse de lo más grande y sagrado que tienen: sus propios hijos. Con una tasa de desempleo record, con desahucios inhumanos, con familias que se reagrupan entorno a los abuelos y su pensión, situaciones como la de esa madre, pueden no estar lejos. Incluso quienes tienen trabajo, al aumentar la tasa de impuestos, al recortar los servicios sociales y las ayudas a las familias y la infancia, están hoy preocupados. La tensión y el temor están creciendo. En muchos países hay miedo a la guerra, en otros a la sequía, en otros a la hambruna, en otros a los bancos, y en general, al Banco Mundial, al FMI a sus oráculos y previsiones.

Las Naciones Unidas intentaron alzar la bandera de los objetivos del Milenio, y de ellos el más grande apasionado y entrañable: Erradicar la pobreza antes de 2015. En tres metas. Meta 1ª A: reducir a la mitad el número de personas que viven con menos de 1 dólar al día; Meta 1 B: logar el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos, incluidos las mujeres y los jóvenes; Meta 1 C: reducir a la mitad el porcentaje de personas que padecen hambre. ¿Aún es posible?

Hay que ponerse metas altas siempre. Tenemos que intentarlo. El niño que nos tiene cogidos por los sueños no se rinde, confía en nosotros totalmente. Yo no puedo aceptar, por inhumano, que cada minuto mueran 9 niños. Tenemos que aferrarnos a la mano de la vida y hacer algo más que lamentarnos. Hay que levantarse de la ruina de valores. ¡Podemos! Los niños están mirando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me "alegra" tener a José Manuel como voz poética y prosaica de la conciencia (sin "s", que dicen que así se distingue en cuanto a moral, a ética, de la mera consciencia involuntaria). Seguir denunciando la pobreza, no sólo la que se nos viene encima, sino la otra, la de siempre, la antigua... pero, esa pobreza antigua ¿ha sido siempre la misma?: lo dudo (hay que diferenciar, por ejemplo, la pobreza colonialista y la posterior); en cuanto a la que se nos avecina, evidentemente, aunque nos la imponga un gobierno de derechas, no será tampoco la pobreza de nuestros padres y abuelos, la pobreza franquista... Sea como sea, los que siempre son los mismos son los niños o "el niño" de José Manuel, que también es el mío y el de todos.