CORREO PARA LOS EXTREMINSTAS. EDUARDO GARCÍA MANZANO

PARA LOS EXTREMISTAS

Me dirijo a vosotros, que no sé si sois los de siempre; lo dudo, pues algunos de vosotros fuisteis compañeros míos de instituto, y alguno no ha llegado a cumplir los cuarenta, como sí es, efectivamente, en mi acomodado caso. Hablo de los adolescentes y de los jóvenes políticamente extremistas. Antes que nada, deciros que la clase política os confunde, diciendo que siempre sois los mismos, además os llaman “radicales”, y eso no, eso no vale, radical soy yo, pero nunca –eso espero y deseo- extremista.


Veréis, alguno de vosotros va diciendo que el pacifismo del 15M es una lamentable pérdida de tiempo. En eso no habéis cambiado, vuestra situación siempre es la más urgente, siempre sois los más sensibles a la opresión del estado, por eso os endurecéis tan deprisa el cerebro, pues otras partes de vuestro cuerpo permanecen siendo muy blandas. Un cerebro extremista tiende a la simplificación analítica, blanco y negro, buenos y malos, como en las películas del oeste, y a vosotros siempre os gustaron los malos.

Se puede ser pacifista sin ser un “blando” mental, sin ser un “perro-flauta” o un aspirante a futuro político o, en su defecto, intelectual burgués o abogado laboralista. ¿Quién os ha engañado, quién os ha explicado que el pacifismo es la posición extrema, la contraria a vuestro extremismo de violencia de aprendices de guerrilleros? El pacifismo es otra forma de violencia, pues quien negara la violencia se haría a sí mismo mucha, pero mucha violencia. Ahora bien, hay un detalle importante, demasiado sutil para vosotros, jóvenes y adolescentes que gustáis de cubriros enseguida vuestras amargadas caras, resentidas e infelices caras, hijos también vosotros de vuestras familias y vuestros papás, los primeros a los que queréis castigar por haberos hecho nacer sin vuestro permiso.

La actitud pacifista, acompañada de una buena estrategia –desconocéis lo que significa este último término- puede llegar a ser muy contundente y efectiva, ya que, bien pensado, el pacifismo “violenta” a los que detentan el uso “legítimo” de la violencia, ya sea en sus palabras (clase política) como en sus porras (los funcionarios antidisturbios). Os pondré un ejemplo, que irá un poco más allá de las clases para aprender a recibir golpes con “dignidad”: en el injustificado desalojo de la Plaza Cataluña, en Barcelona, hará ya unos cuantos meses, los concentrados podían haber tomado una decisión diferente; dado que ese desalojo era una patraña montada por el “conseller” y el alcalde correspondientes, una forma expeditiva de “limpiar” la plaza; dado que la negativa de los concentrados habría sido entendida como resistencia a la “autoridad”, pues nada, todos podrían haber ido pacífica y silenciosamente hacia las furgonas policiales, previo ofrecimiento de sus muñecas para ser todos, completamente todos esposados, y llevados a no sé qué puñetera comisaría, y luego a no sé que tribunal y ante no sé qué juez. Me gustaría saber qué habría representado una acción organizada y pacífica de esta clase. A los del poder, seguro que les habría cabreado el colapso de detenidos-voluntarios, pero a vosotros, que no sois radicales sino extremistas, también os habría cabreado el numerito.

Por lo último dicho, siempre me pareceréis individuos inquietantes, más cercanos al poder opresor de lo que os podéis imaginar, con vuestro propio “estado de excepción” lleno de contenedores incendiados. A los que detentan el poder político, por ejemplo, siempre les habéis parecido sus hijos predilectos, los que siempre nombran, los que siempre están ahí: ya no sois más que eso, un instrumento ya agotado que le hace el juego al poder represivo.

Los que realmente sufren en los extremos de esta injusta sociedad, ésos son los que salen y entran de las prisiones públicas (¿no hay ninguna privada para vosotros?), ésos pasan hambre, están enfermos, y cualquier día revientan y ya nadie se acuerda de ellos. ¿Por qué sofisticada razón os consideráis tan importantes, tan imprescindibles y necesarios? ¿Dónde están los hijos vuestros que tenéis que mantener robando o haciendo lo que haga falta? Los auténticos extremistas jamás aceptarían esa burgués designación, prefiriendo ser llamados “como Dios manda”, ladrones, delincuentes, con un par.

Dejad ya de esconderos como lo hacen los antidisturbios; montad vuestras manifestaciones, bien protegidos por vuestros contenedores, sin aprovecharos de las de los demás, las nuestras, las de los “borregos”… pues, ¡ala! ¡A hacer de pastores en otros pastos y con otro rebaño!...

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