¿POR QUÉ NO LA MUJER? I. JOSÉ MANUEL BELMONTE


¿POR QUÉ NO LA MUJER? I.
Uno no piensa porque quiere, ni cuando quiere. Uno se acostumbra a pensar, pero la idea viene cuando quiere. Lo importante es que te pille trabajando, como diría Cela.
Por ello, los pensamientos no son oportunos o inoportunos, correctos o incorrectos. Esos son juicios del exterior. Lo importante es que, para llegar a la gente, necesiten muy poquito de quien escribe, pinta, cose, esculpe, cincela, dibuja o habla. Un pensamiento es una idea que llega al público a través de su autor. No tiene que ser contra nadie ni contra nada. Y uno tiene que decir o hacer lo que le llega como inspiración tal como lo siente. Es un acto muy humano. No es más difícil callar que decir lo que se piensa. Hay un imperativo interior con la verdad y con la luz. También hay un compromiso con los lectores o espectadores. En democracia y en libertad, hacer preguntas es posible. La crítica es también un derecho. Sin llegar a la crítica, una simple reflexión seria y actual no puede estar prohibida.

Dicho lo cual a modo de preámbulo, comienzo a desgranar mi pensamiento, sin otra pretensión que dejarlo ante ustedes, desnudo, cálido, vibrante o explosivo. Así queda una criatura después del parto, ante la mirada atónita de quienes la rodean. Así se expone la obra de un autor cuando sale a la luz. Y así también cualquier idea, por nimia que parezca. Si suscita el debate o posibilita que alguien piense, es que está viva. Nada debe excluirse a priori, a no ser las descalificaciones.
Termina la Semana Santa de cultos, pasos, procesiones y ceremonias. En alguno han dejado una pregunta: ¿Dónde está la mujer? ¿Cuál es su papel?
-Alguien puede responder: ¿es que no las has visto? ¡Están ahí, como los hombres!
¡Ya sé que están ahí! Pero no. ¡Como los hombres no! Al menos en la Iglesia Católica, no. He recordado que en mi época de estudiante, en los años 70, mientras trabajaba temporalmente en Bélgica, conocí un movimiento, liderado por alguien que incluso se había atrevido a escribir al Papa. Era una mujer culta que reclamaba a la Iglesia Católica que se estudiara, se debatiera, y en su caso se aprobara el derecho de la mujer a ser sacerdote y presidir la comunidad y los oficios. Desde entonces y hasta esta Semana Santa no había vuelto a pensar en el tema de la mujer en la Iglesia.
Por aquel entonces no había muchas mujeres ministras, ni Jefas de Estado. ¡Hasta que llegaron! Tampoco había muchas mujeres científicas, médicos, jueces, jefas de una empresa o de un holding, porque ni se habían preparado, ni habían tomado conciencia de su capacidad y su valía. Y porque, además, había que derribar y derribaron- todo hay que decirlo-, las barreras que los varones, la tradición y su propia pasividad, habían levantado. Hoy, aunque resta mucho camino para equipararse en sueldos y derechos, pueden codearse en pie de igualdad con el varón. La sociedad, durante los últimos tres mil años ha sido machista. Hasta no hace mucho ha sido esclavista, y también racista. Hasta que los negros se han rebelado, los esclavos se han sublevado y las mujeres han comenzado a emanciparse y situarse socialmente donde las correspondía. A las unas, y a los otros (esclavos, negros, emigrantes), les ha costado sangre, sudor y lágrimas y, aún les cuesta. Tenía que evolucionar la sociedad, pero también ellas.
Queda un campo, que la mujer aún no ha conquistado: el religioso. Es que no ha podido acceder. Como es un terreno tan amplio, para no perdernos, mejor restringirlo un poco y concretarlo más: hablemos, pues, del “católico”.
El ser pensador y cristiano me capacita para dejar en el aire la pregunta: ¿Por qué no la mujer? ¿Por qué no se ordena a mujeres en un mundo en el que más de la mitad de las personas son mujeres? ¿Por qué, con la gran necesidad de asistencia religiosa, en pueblos enteros, comunidades cristianas, e incluso comunidades religiosas (de hombres y de mujeres) sin un sacerdote para administrar los sacramentos? En definitiva, lisa y llanamente: ¿Por qué no hay sacerdotisas en la Iglesia Católica? ¿Por qué se niega el sacramento del sacerdocio a la mujer? ¿Por qué el hombre sí y no la mujer? ¿Es imposible la igualdad?
La respuesta interesa a mucha gente. Mucha más de lo que podemos imaginar. Hay que intentar pensar. Para pensar, hay que atreverse a soñar. Soñar no puede estar vedado a nadie, ni siquiera a un creyente, sea hombre o mujer. Habrá que seguir aclarando esa pregunta. ¿Por qué no aproximarnos a la respuesta en una futura entrega? Con todo el respeto, pero también con toda la determinación, vamos a llegar hasta ese peldaño vedado a la mujer. Propongo dos aproximaciones: primero, veremos las líneas rojas doctrinales o principios oficiales; después, el estado actual fuera de la oficialidad, lo que hay rozando la tangente. Eso será en sucesivas publicaciones, para no ser demasiado extenso y para dejar un respiro para que se pueda pensar.

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