¿SOLEDAD? TAMBIÉN ENTRE LA GENTE. JOSÉ MANUEL BELMONTE


¿SOLEDAD? TAMBIÉN ENTRE LA GENTE
 Me preguntaba ayer un  amigo lo siguiente: ¿a qué tipo de sociedad vamos cuando pasan estas cosas? Apoyaba su pregunta enviándome el enlace de un artículo en ABC de Valladolid del (31-05-2012) en el que se cuenta que un hombre llevaba 20 años muerto en su casa de un pueble- cito de apenas 500 habitantes de la  provincia de Zamora (http://www.abc.es/20120531/local-castilla-leon/abci-hombre-muerto-casa-201205311025.html).

Rápidamente abrí el enlace y leí el suceso. La increíble noticia más que por el asombro me conmocionó por el pueblo.  No tanto por la muerte de Vicente (hoy tendría 73 años),  los últimos 20 en el pasillo, hasta que llega un sobrino de unos 30 años y se cuela por una ventana, ¿se pega el susto? y  cuenta que “lo andaba buscando”.  Según dicen, Vicente era pastor y los pastores no se ajustan a los horarios de la mayoría. 


Al alcalde le parece un tanto extraño. No digo que no lo sea. Pero para mí, lo llamativo son  las palabras del Alcalde: “vino la Policía Judicial se llevaron el cadáver pero nadie sabemos nada a ciencia cierta. Esto es muy desagradable para cualquier municipio y, encima, hace ocho años tuvimos otro caso de un desaparecido que estuvo dos años en su casa. La gente cada vez está más sola”,  lamentó.

“No es  verdad que la gente esté cada vez más sola”, como afirmó Miguel Ángel Herrero alcalde de Cañizal. Como diría el poeta español Bécquer: “La soledad es muy hermosa…cuando se tiene junto a alguien a quien decírselo”.  Pero ¿quién escucha en nuestra sociedad?  Lo que abunda es el ruido y el miedo a la soledad. En todo caso, lo que revelan los hechos de ésta localidad y en otras, es que no damos ni un paso por los demás; que los otros nos importan más bien poco; que un vecino se puede encontrar mal, o sufrir una enfermedad, incluso llevar 2 ó 20 años muerto y ni los familiares, ni las autoridades dan un paso por ellos. La indiferencia, el no buscarse problemas, el amodorramiento  y la falta de principios nos llevan a convivir con el olor, la podredumbre y la muerte. No es la soledad, es la pérdida de humanidad, incluso en las localidades en que todos se conocen, y no sólo en las grandes urbes. 

Cuando yo  estaba estudiando en la Universidad de Estrasburgo, causó bastante revuelo entre los estudiantes, el hecho de que un Catedrático decidiera renunciar a su cátedra para hacerse pastor en el sur de Francia. Confieso que aquello nos hizo pensar y discutir, y sopesar los pros y los contras de su decisión, durante muchos días. Lo he recordado ahora. No era una decisión muy habitual, pero tampoco lo vimos raro. “El hombre inteligente busca una vida tranquila, modesta, defendida de infortunios; y si es un espíritu muy superior, escogerá la soledad” (Arthur Schopenhauer).
Ser pastor tiene sus exigencias,  y sus compensaciones: una gran libertad y una gran independencia. Como diría Cervantes ”Sea moderado tu sueño: que el que no madruga con el sol; no goza del día”.  Seguro que en las majadas, junto a su rebaño hasta podía ser feliz. “¡Qué agradable sorpresa es descubrir que, al fin y al cabo, estar solo no es necesariamente sentirse solo! (Ellen Burstyn).  Como el pastor Vicente, aquel eminente catedrático podía decir “A mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo, me bastan mis pensamientos” (Félix Lope De Vega).

En esas circunstancias, la soledad es creativa; mejor dicho, es una condición para hacer algo importante. Gente así enriquece su entorno. La misma conversación, que suele ser el principal activo de los pueblos, se puede ver salpicada de sabiduría. De lo contrario, también la conversación, se enreda en la rutina, el rumor, la fiesta y el bulo: «Empezamos a decir que hacía mucho que no venía, pero un amigo suyo nos dijo que estaba en Portugal, donde debía de tener alguna pareja». En esa telaraña muere la vida, y las personas.  “De quien se ausentó, hacemos cuenta de que murió” decía el refranero.

Y sin embargo  hay un Foro de Cañizal. En el Foro, un apartado en el que se puede “buscar una persona”.  Desconozco su eficacia y también desde cuándo existe. 

Una última pregunta, se me ocurre. ¿Y su perro? Nadie ha hablado del perro del pastor. Habrá muerto, sin duda, después de tantos años. No puedo separar a un pastor de su perro.  El fiel amigo que le acompaña noche y día, no suele separarse de su amo cuando muere. Es posible que a la puerta echado en el dintel, aguardara, como Lázaro, la orden de salir hacia la luz. Y que paciente y más débil cada día, despertara la compasión de algún vecino. Es imaginable que algún mendrugo de pan, le echara un alma buena. Y, aunque desconozco el número de perros de este pueblo, seguro que, sus congéneres se acercaron a él, al menos para hacerle compañía. Son conjeturas sólo. Pero, me puedo imaginar la situación. Es más fácil la compasión hacia el animal, y en caso de que se diera, hasta es posible que reiniciara su andadura con esa otra persona. También pudo suceder que alguien acabara con él. Como a su amo,  nadie le echaría de menos en este mundo.

¿Hacia dónde vamos? Este tipo de familia, este ejemplo de sociedad ¿es la que hemos creado y transmitido a nuestros hijos? ¿Este es el estado de bienestar? ¿Nada tienen que ver las instituciones civiles y religiosas en este estado de cosas? Acabo de leer el siguiente texto: “un rebaño de ovejas, conduce a una manada de lobos”. ¡Cualquier pastor lo sabe, sobre todo si no se cuenta con la ayuda de un buen perro! ¿La crítica o la conciencia? Las dos mejor.

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