PATRONES. JOSÉ MANUEL OLÍAS


PATRONES
San Francisco de Sales vivió a caballo entre los siglos XVI y XVII, hizo vida pastoral en los Alpes, allí en la frontera entre Francia y Suiza, entre Annecy y Ginebra. Es patrón de los periodistas desde el siglo pasado, así lo ordenó Pío XI. San Francisco de Sales combatía el calvinismo con una profusa obra epistolar diaria con temática moral. De ahí el patronazgo, el periódico como tal aún no existía, aunque las bases sí ya estaban puestas.

Ayer era el día de San Francisco de Sales. Es mal momento para el periodismo en general justo cuando más demanda de información existe. La crisis se ha llevado por delante muchos miles de puestos de trabajo, pero escudarse en la economía es como quejarse siempre del árbitro. También se han hecho muchas cosas mal que no se han sabido reconocer, atajar o corregir. Al desprestigio de la profesión hemos contribuido los periodistas y los medios. Aprendí a leer con un periódico, el que había en mi casa o en la de mi abuelo, quizá de ahí venga que un día quisiese dedicarme a esto. Entonces debía esperar un día y medio para saber cómo habían quedado los Bulls de Jordan y hoy se puede ver cualquier partido de la NBA en directo.


Los tiempos han cambiado y aún no se ha digerido. La precipitación por ofrecer primero una noticia permite situaciones grotescas. Aunque, paradójicamente, las portadas de papel siguen marcando agendas y provocando convulsiones. Esta última semana es un buen ejemplo, hay varios ejemplos. Ayer, el presidente de una de las mayores instituciones deportivas del mundo, que rara vez comparece públicamente, salió a desmentir, expresamente, una portada de periódico.

El periodismo, recuerda la RAE, es la "captación y tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera de sus formas y variedades". Muchas veces se olvida el motivo original de esto. Y no sólo ha llegado el periodismo hooligan, también el lector o comentarista de noticias en internet hooligan. Si no se escucha lo que se quiere, a atizar. La autocrítica no sólo debe aplicarse al periodismo. Lo triste es que hay seis millones de parados. Y parece que no pasa nada.

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