EL HARÉN PEDAGÓGICO. MIGUEL ÁNGEL SANTOS GUERRA


EL HARÉN PEDAGÓGICO
Tal día como ayer, el 8 de marzo de 1857, las obreras textiles de Nueva York realizaron una gran huelga y se manifestaron en las calles exigiendo el derecho al trabajo y condiciones laborales más dignas. Otro 8 de marzo, esta vez de 1908, un grupo de 129  obreras textiles neoyorquinas de la fábrica Cotton que reclamaban la jornada de 8 horas, la abolición del trabajo infantil y la igualdad del voto para la mujer fueron masacradas en el incendio provocado por sus propietarios y por la policía.

Por ello, Clara Zetkin, la dirigente del proletariado alemán, propuso en 1910, durante la II Conferencia de  Mujeres Socialistas, el 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, lo que se aprobó como resolución firmada por más de cien delegadas de diecisiete países.
Así, con el esfuerzo y la sangre de millones de mujeres en todo el planeta, las mujeres trabajadoras han ido conquistando, poco a poco, el derecho a ser una personas plenas en todos los sentidos, en pie de igualdad con los hombres.


Se han conseguido algunos objetivos, pero todavía queda mucho camino por recorrer. Veamos lo que sucede en el mundo de la enseñanza. Hace algunos años coordiné la edición de un libro que lleva el curioso título que figura en la cabecera de este artículo. Como digo en la introducción del mismo, la expresión no es mía sino de Sthephen Ball, de quien la tomé prestada. Si mal no recuerdo la leí en su libro Micropolítica de la escuela. Hace referencia, como supondrá el lector, al hecho reiterado de que muchas veces, en el ámbito de la educación, los varones encarnan los puestos de poder a pesar de que haya mayoría de mujeres docentes.

El poder tiene sexo. Aconsejo encarecidamente la lectura del libro La sexualidad atrapada de la señorita maestra, que escribió hace algunos años mi querida amiga argentina Alicia Fernández. El subtítulo nos da pistas sobre el contenido de la obra: «Una lectura psicopedagógica del ser mujer, la corporeidad y el aprendizaje». Ella dice en el prólogo, «hay que autorizarse a ser mujer».

Si alguien ha visto la excelente película de Bertrand Tavernier Hoy empieza todo habrá podido comprobar que el director es un varón y el cien por cien del personal docente son mujeres. A la mujer se le excluye de la dirección, en parte porque se se piensa que el poder es cosa de hombres. Otra parte se debe a que las propias mujeres no desean asumir esos puestos de poder. En ese libro escribí un capítulo titulado Yo tengo que hacer la cena, que es una expresión en la que trato de reflejar una de las causas que alejan a las mujeres de los cargos en la escuela. Los compromisos familiares con la casa y con los hijos los sigue asumiendo básicamente la mujer.

¿Es la escuela una institución androcéntrica? Creo que sí. Los libros de texto, el lenguaje, las costumbres, los rituales, la comunicación, el poder, las expectativas€ están transidos de sexismo. No es de extrañar. La escuela no está en la estratosfera sino inmersa en una sociedad androcéntrica. Hace unos años dirigí una tesis sobre esta sugerente cuestión: ¿Cómo aprenden los niños y las niñas el género en la Escuela Infantil? La autora, querida amiga y compañera ya fallecida, publicó con los resultados de su investigación un interesante libro titulado Triunfantes perdedoras. El lector y la lectora podrán deducir por el título algo del contenido de las conclusiones.

Se ha avanzado mucho, claro que sí, como decía más arriba. Bastará para entenderlo la reproducción del contrato que tenían las maestras en Estados Unidos en el año 1923. Lo incorpora Michel Appel en el capítulo «Trabajo, enseñanza y discriminación sexual» dentro del libro de Thomas Popkewitz titulado La formación del profesorado.

«El presente es un acuerdo entre Miss€€€€, profesora, y el Consejo de Educación de la Escuela€€.., por el que Miss€€€. Se compromete a enseñar por un período de 8 meses, empezando el 1 de septiembre de 1923. El Consejo de Educación se compromete a pagar a Miss€€€€ la cantidad de (75$) al mes. Miss€€€ se compromete a:

1. No casarse. Este contrato será nulo y sin efecto si la profesora se casa.
2. No dejarse acompañar por hombres.
3. Estar en casa entre las 20.00 horas y las 6.00 horas, a menos que se encuentre desempeñando alguna función en la escuela.
4. No pasar el tiempo en las heladerías.
5. No salir de la ciudad en ningún momento sin la autorización del presidente del Consejo de Administración.
6. No fumar. Este contrato será nulo y sin efecto si se encuentra fumando a la profesora.
7. No tomar cerveza, vino ni whisky. Este contrato quedará inmediatamente anulado y sin efecto si se encuentra a la profesora bebiendo cerveza, vino o Whisky.
8. No montar en carruaje ni automóvil con hombre alguno, a excepción de su hermano o su padre.
9. No llevar vestidos de colores llamativos.
10. No tintarse el pelo.
11. Llevar dos calzones como mínimo.
12. No llevar vestidos más de dos pulgadas por encima de los tobillos.
13. Mantener limpia la clase:
a. Barrer el suelo de la clase, al menos una vez al día
b. fregar el suelo de la clase con agua caliente y jabón, al menos una vez a la semana
c. limpiar la pizarra, al menos una vez al día
d. Encender la lumbre a las 7.00, de forma que la clase esté caliente a las 8.00 cuando entren los niños.
14. No usar polvos ni máscara par ala cara, ni pintarse los labios.

Resulta asombroso e irritante que lo que se le exigía a las profesoras (no casarse, no fumar, no dejare acompañar por personas del otro sexo, no abandonar la casa, montar en coches acompañadas de personas del otro sexo, no acudir a las heladerías, no tomar cerveza, vino o whiski, limpiar la clase o encender la lumbre€.) no tenía el lógico correlato en sus compañeros varones.

Hoy no sería imaginable que existieran estas normas. Pienso que nadie las propondría y que, de hacerlo, nadie las aceptaría. Hace tan poco tiempo, eran habituales.

Pero todavía queda mucho camino por recorrer. Todavía persisten muchas situaciones discriminatorias en una institución que debería ser un dechado de equidad ya que en ella se pretende enseñarla y exigirla.

Hay que hacerse preguntas y buscar respuestas rigurosas que nos lleven al compromiso y a la transformación. ¿Por qué, por ejemplo, hay tan pocos profesores varones en educación infantil? ¿Por qué hay menos directoras que directores? ¿Por qué todavía es frecuente ver un cartel con el texto «Delegado de curso: María José Claros»? ¿Por qué los libros de texto apenas si nombran a mujeres importantes en la historia, la literatura o el arte? ¿Por qué hay más niñas que quieren ser enfermeras y no médicas, azafatas y no comandantes de vuelo, maestras que ingenieras o arquitectas€?

Nada es casual. Todo tiene su explicación y fundamento. Las cosas son como son no por designios divinos sino por la voluntad humana. La escuela debería ser un dechado de igualdad de oportunidades, de trato y de respeto. Todavía no es así. Todavía son necesarios algunos ochos de marzo más

FUENTE: EL ADARVE

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