¿LOS FUNDIMOS A DEBERES? PRISCILA GUILAYN, CARLOS MANUEL SÁNCHEZ E IXONE DÍAZ LANDALUCE


 ¿LOS FUNDIMOS A DEBERES? 

Prohibir los deberes. Esa es la propuesta estrella de la reforma educativa que prepara el gobierno francés. El presidente François Hollande argumenta que el trabajo debe hacerse en la escuela, no en casa.

Y que los papás no deben sacarles 'las castañas del fuego' (llámese 'la castaña' a un análisis morfológico o una división de dos cifras) a sus retoños, porque eso penaliza a las familias con menos educación y con menos recursos, ya que los niños no pueden recibir la ayuda de sus padres, de un profesor particular o de una academia. Hollande invoca el viejo lema republicano de la égalité. La igualdad debería empezar en las aulas. También la sobrecarga de trabajo de los pequeños, aunque en Francia solo van al cole cuatro días por semana (el miércoles es día libre). La medida es polémica y sigue la estela de 'revolución de los deberes', con huelgas de 'lápices caídos' de los padres en Francia y Bélgica el pasado curso. Además, los deberes en Primaria ya estaban teóricamente prohibidos desde 1956, aunque cada maestro tiene su librillo y para la mayoría el librillo incluye aún las tareas para casa.


¿Deberes, sí; deberes, no? ¿Son una condena a trabajos forzosos o una manera de inculcar el sentido de la responsabilidad? La reforma francesa ha reavivado un debate muy enconado en los países que heredaron un modelo de enseñanza basado en la tradición enciclopédica, como España, Alemania o Rusia, donde al exceso de lecciones discursivas y una gran carga de horas lectivas hay que sumar las tareas de propina en el hogar. Total, para cosechar unos resultados muy mediocres. En otros modelos, como el anglosajón, con clases mucho más ligeras y mayor autonomía de los estudiantes a la hora de elegir su itinerario académico, apenas ha calado la controversia. De hecho, los gobiernos suelen recomendar que no falten los deberes. Aunque sus resultados tampoco son para tirar cohetes. Ni Gran Bretaña ni Estados Unidos pueden presumir de las calificaciones de sus adolescentes en PISA, aunque luego sus universidades marcan la diferencia.

En cuanto a los dos modelos más exitosos, el escandinavo y el de los países punteros del sudeste asiático son como el día y la noche, aunque ambos funcionan de maravilla. El primero apenas le da importancia a los deberes (aunque los hay), el segundo es tan competitivo que es necesario ir a academias privadas, con lo que el trabajo extraescolar se convierte en realidad en una doble jornada agotadora para los estudiantes.Aquí se mira con envidia a Finlandia. Frustrados, muchos padres españoles se preguntan cómo puede ser que nueve de cada diez niños finlandeses, que han entrado al colegio un año o dos más tarde (a los siete) que sus hijos, que han dado 1500 clases menos (y, además, más cortas) y que solo han hecho deberes durante un cuarto de hora (o como mucho media) al día, se saquen el título de Secundaria, mientras aquí estamos a la cabeza de la tasa de abandono escolar en Europa. ¿Pueden ser los deberes por exceso o por defecto un factor determinante?

Lo primero que habría que saber es si estamos agotando y estresando a los más pequeños. Para muchos niños de cinco a doce años, las 24 horas del día parecen no ser suficientes. A esas edades, estiman los expertos, es necesario dormir del orden de once horas diarias. Una media de difícil alcance en un país donde los escolares salen del colegio entre las cuatro y las cinco de la tarde y apenas les quedan unas tres horas y media para merendar, bañarse, cenar, jugar y hacer deberes antes de acostarse. Esto es, para despertarse a las 7.30, deberían estar dormidos a las 20.30. Es una carrera contrarreloj capaz de 'fundir' a padres e hijos. Los niños, entienden los pedagogos, necesitan jugar, correr, moverse, sorprenderse y descubrir que van superando sus propios límites tanto o más que estudiar.

La lista de argumentos a favor de la reducción drástica de los deberes no ha dejado de crecer en los últimos años. El ejemplo de países como Finlandia, Japón, Dinamarca o la República Checa, donde los maestros suelen asignar pocos deberes a sus alumnos, ha espoleado esta reclamación. No se trata se argumenta de ver los deberes como los responsables de los males infantiles, sino su exceso. «No es malo que a partir de los siete años los niños dediquen algún tiempo, no mucho, a ir creando en casa hábitos de trabajo, de lectura, de creación artística... pero sin agobios, entiende Tomás Andrés Tripero, profesor de Psicología del Desarrollo y de la Educación en la Universidad Complutense. Esas actividades intelectuales serán buenas para practicar la concentración, fundamental para el desarrollo neurológico y cerebral». Una carga desmesurada, opina Tripero, es contraproducente ya que el niño puede verse abrumado por una agenda ante la cual se siente desbordado. «De esa manera, el estudio se convierte en algo terrible y desconcertante, en vez de en una aventura de descubrimiento y placer».

Y no es solo la cantidad. «Hay deberes inútiles y pesados que pueden interpretarse casi como un castigo», subraya Enric Roca, catedrático de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Barcelona. «Deberían ser tareas atractivas vinculadas a la realidad del mundo, que ayuden a los niños a reafirmar el aprendizaje que no se haya consolidado en horario escolar o profundizar y ampliar lo que se haya aprendido». Por ejemplo, algo tan simple como acompañar a los padres al supermercado y fijarse en las etiquetas de los alimentos. Qué mejor manera de aprender lo que son las proteínas o las grasas y al mismo tiempo adquirir hábitos de consumidor responsable.

Pero no se trata de desterrar por completo esta práctica del sistema educativo. Profesionales como Joan Miquel Sala, presidente de la Asociación Castellano-Leonesa de Psicología y Pedagogía, creen que se deben hacer deberes en Secundaria. «Entre una y dos horas no es un tiempo excesivo. Cuando hacen los deberes fuera del aula, los niños se enfrentan a dificultades que tienen que superar. Desarrollan el esfuerzo personal y la autonomía».

«Los deberes también sirven para que los padres se enteren de lo que hacen sus hijos, estableciendo con ellos una relación de colaboración. Los niños, a su vez, ven que a sus padres les preocupa lo que hacen en la escuela y se implican», advierte el catedrático Enric Roca, subrayando la importancia de la complicidad entre padres e hijos. «A padres implicados corresponden, por regla general, alumnos eficientes», añade Sala, aunque matiza que no se trata de sentarse y hacer con ellos la tarea, sino de ayudar en casa a crear hábitos de disciplina y trabajo. «La familia debe tutelar la realización de las tareas escolares», dice Sala.

Es lo que hace Pablo Gortázar, un padre de dos niñas, de 10 y 13 años, que se indigna al ver que «de la hora y media que la mayor, extremadamente responsable, pasaba haciendo sus deberes, 20 minutos los dedicaba a copiar en rojo los títulos de los ejercicios, por exigencia de su profesor». Gortázar emprendió la búsqueda de un centro educativo donde su hija pequeña no necesitara emplear más de media hora al día en hacer sus deberes. Los deberes, al igual que no deben acaparar el tiempo libre, tampoco pueden privar a los niños de clases extraescolares como deporte o música.

«Pero los deberes no son el único 'villano' que impide a los niños disfrutar de entretenimiento de calidad», incide Tripero. Pasar demasiado tiempo ante la televisión, las videoconsolas, las tabletas o los smartphones es también muy perjudicial. «Lo único que hacen es saturar los sistemas perceptivos». Los padres deben poner los límites para que el tiempo del niño tampoco se vaya por el desagüe con lo electrónico. Hay estudios que asocian el aumento del sedentarismo y la obesidad a la excesiva carga de tareas.

Prenderá la llama revolucionaria francesa en España? Los padres están muy divididos. «Provocan desigualdades sociales», comenta Jesús María Sánchez, presidente de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa) que representa a más de tres millones de familias y el cual aplaude las reivindicaciones y medidas que llegan desde el país vecino. «Y crean tensiones entre padres e hijos. Muchas veces, para poder hacer los deberes, se quedan sin jugar, por lo que generan rechazo». La otra gran confederación, Concapa, advierte, sin embargo, que eliminar los deberes «acarreará más fracaso escolar». Esta asociación católica defiende que los deberes «refuerzan la capacidad de razonamiento y memoria en los niños; puede cuestionarse si la carga de trabajo que conllevan es o no excesiva, pero la supresión sería una gran irresponsabilidad».

Los deberes en el mundo

España: ¿Hay que hacer deberes? Sí. De 1,5 a 3 horas diarias de media. Horas pasadas en la escuela desde los 7 a los 14 años: 7300. Fracaso escolar (no terminan la Secundaria): 26,5%. Ranking en PISA: 33.

Finlandia: ¿Hay que hacer deberes? Sí. Muy ligeros: de 15 a 30 minutos. Horas en la escuela desde los 7 a los 14 años: 5700. Fracaso escolar (no terminan la Secundaria): 9,8%. Ranking en PISA: 3.

Corea del Sur: ¿Hay que hacer deberes? Sí. Mínimo 3 o 4 horas, pero se hacen en academias, no en casa. Horas lectivas de los 7 a los 14 años: 5900. Fracaso escolar (no acaban Secundaria): 2%. Ranking en PISA: 2.

Francia: ¿Hay que hacer deberes? No, están prohibidos en Primaria, pero muchos profesores se saltan esta norma. El Gobierno propone ahora que por ley todas las tareas se realicen en la escuela. Horas lectivas de los 7 a los 14 años: 7400. Fracaso escolar: 12%. Ranking en PISA: 21.

Reino Unido: ¿Hay que hacer deberes? Sí. El Gobierno recomienda de 1,5 horas (en Primaria) a 2,5 (Secundaria). Horas lectivas de los 7 a los 14 años: 7150 Fracaso escolar: 15%. Ranking en PISA: 26.

Alemania: ¿Hay que hacer deberes? Sí, y los padres se quejan de que los niños pasan más horas en clase y haciendo deberes (38,5 semanales) que con ellos (18). Horas lectivas de los 7 a los 14 años: 6300. Fracaso escolar: 11,5%. Ranking en PISA: 19.

Dinamarca: ¿Hay que hacer deberes? No. Los colegios no pueden mandar deberes para los fines de semana. Horas lectivas: 6500. Fracaso escolar: 9,6%. Ranking en PISA: 2

Cuatro modelos de educación: Así funcionan

El modelo continental. El más seguido en España

La tradición enciclopédica y memorística francesa que importaron España, Alemania... Pocos descansos. Muchas materias. Abundancia de lecciones discursivas del profesor, con toma de apuntes y exámenes en los que hay que responder al pie de la letra. Currículos tan cargados que no hay manera de completarlos sin refuerzo extraescolar. No es extraño que la 'revolución de los deberes' haya surgido en Francia. Los padres creen que les restan demasiado tiempo libre a sus hijos... y a ellos, porque tienen una mayor tendencia a ayudarlos: la estructura familiar es más protector

El modelo anglosajón. Premio a la creatividad

Británicos y estadounidenses aconsejan que los niños trabajen una hora y media en casa y dos horas y media si van al instituto. Así equilibran un sistema en el que las clases son bastante ligeras frente al modelo continental. Se intenta no 'quemar' a los alumnos con un exceso de carga académica, aunque esto ha conllevado una caída en el nivel de las asignaturas técnicas. Las tareas de casa tienen un gran valor en la nota y se premia la creatividad; al contrario que en el modelo continental, donde se consideran una obligación y su incidencia solo suele tener carácter penalizador si no se hacen.

El modelo escandinavo. Menos horas lectivas

No hay sobrecarga de horas lectivas (un niño finlandés tendrá unas 1500 horas menos de clase que un español para sacarse la Secundaria). Las clases son cortas. Muchos recreos y descansos. Relajadas y con prácticas variadas. Se huye de la memorización. Y no hay obsesión por evaluar continuamente. La única obsesión de este sistema es detectar cuanto antes a los niños con dificultades de aprendizaje para garantizar la igualdad de oportunidades. Pocos exámenes y con escasa trascendencia. Se mandan algunas tareas para casa, pero muy ligeras. Eso sí, es impensable que no las lleven hechas.

El modelo asiático. El poder de la exigencia

Los alumnos reciben clases privadas después del horario escolar: el 90 por ciento de los coreanos, el 85 en Hong Kong y el 97 en Singapur. Así que los deberes no se suelen hacer en casa, sino en las academias. Y eso a pesar de que en los colegios el horario suele ser de mañana y tarde. Los estudiantes llegan a casa exhaustos, sobre las ocho de la noche. El sistema es muy competitivo. Se sigue la tradición confuciana, que premia el mérito. Los padres ni se plantean que no haya deberes. Las clases son tensas. Se pregunta la lección. Se castiga. Los exámenes son a cara de perro. Generan un gran nivel de angustia. Alto índice de suicidios.

FUENTE: XL SEMANAL

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